3.2.10

. Lo sorprendente es que en vez de sentirme triste me siento más libre. De pronto veo muy claro y la vida se me hace más fácil. Entiendo ahora que las trabas me las ponía yo, que no existían realmente. Me sorprendo queriendo hacer cosas, queriendo estar bien. Cuando está soy habitante de un pueblo fantasma, rodeada de un paisaje turbio y seducida por las vías de un tren que me invitan a dormir sobre ellas.Donde antes había enfermedad, pasión y locura ahora hay esperanza y paz. No me doy por vencidame veo destrozada, profundamente herida, enclaustrada sintiéndome libre pero sabiéndome esclava. ¿Importa saber cuál es el límite? Yo no lo reconozco, pero mi mente hace un “clic” que indica peligro: “o paras ahora o el suicidio es inminente”. Y ese clic es orgánico, yo no lo elijo; lo hace mi cuerpo por instinto (de conservación, claro).Todo en mí me daba signos de inestabilidad, de odio supremo hacia mí misma. Aunque estaba en paz, necesitaba algo de acción. Y no quiero decir que busque los problemas, es algo que yace más allá del límite entre lo moral e inmoral, lo bueno o destructivo para uno. Va más allá de un límite, de cualquiera de ellos.Era más bien un vegetal sincronizado con un horario universitario, que reía más de lo que se le pedía solo por no preocupar a terceros. Era una maldita planta, un mentiroso y sucio vegetal. Ahora podía mentir sin límites, podía manipular a la gente y manipular verdades hasta convertirlas en mentiras de mármol, costosas pero irrompibles.
Me echo un cable en la lluvia, Yo andaba con paraguas y ella no.
-"¿a dónde vamos rubia?"
-"a donde tú me lleves" -contestó.
Así que fuimos hasta
Mi casa -"que es el polo" -le advertí.
-"con un colchón nos basta, De estufa, corazón, te tengo a ti".

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